TESTIMONIO: "MIS DIAS ESTABAN CONTADOS, PERO DIOS ME DIO VIDA"...

Quiero contarles a través de estas líneas una de las etapas más dolorosas de mi vida, pero a la vez fue la oportunidad que Dios me dio para ver su poder venciendo la muerte en mi. Espero que al leer mi testimonio se despierte tu corazón a creerle a Dios y ante cada imposibilidad ver la posibilidad de que Dios haga un milagro.
Era de madrugada y nuevamente desperté de tanto dolor que sentía en mi espalda, de repente sentía que mi mamá me despertaba pues yo durmiendo lloraba y ella al escucharme llorar me venía a ver a mi cama. Yo en verdad lloraba de dolor, me dolía mucho la espalda, los hombros y la paleta derecha, era un dolor cada vez más insoportable. Justo en esos días estaba resfriada y mi mamá aprovechó de llevarme al médico para tratar el resfrío que tenía y ver que me pasaba en la espalda. Nada nos hacía pensar que podía ser algo grave, pero cuando el doctor me pidió que tocara con la punta de los dedos de las manos la punta de mis pies y así poder mirar mi columna, inmediatamente comenzó a retar a mi mamá y le decía: “¡Pero Señora, como no se dio cuenta antes! ¡Mire como esta su hija!, la cara del doctor y de mi mamá era de espanto, yo no entendía lo que pasaba, a qué se referían con todo lo que decían, yo en ese tiempo solo tenía 14 años.
El médico sugirió que me llevase a un kinesiólogo o traumatólogo, pero como mis papás trabajaban en la Escuela Ecuador, allí había una profesora casada con un técnico ortesista que trabajaba en la Teletón. El nos aconsejó un médico que trabajaba allí y fuimos…cuando el médico me vio y sacó una radiografía no lo podía creer, tenía mi columna toda desviada, era como ver un número “3” dibujado con mi columna, aun para mí fue terrible ver esa imagen. Al medir la gravedad de cada curvatura con una regla especial, parecida a las que usábamos en la escuela nos dice: “En Chile el nivel de curvatura más grave en la escoliosis es de 24 grados, su hija tiene en la curva del medio o sea en los dorsales 56 grados de curva, o sea ella duplica a la escoliosis más grave de Chile”. El diagnóstico del médico fue “Escoliosis Ediopática Severa Grave”, suena todo eso raro, pero así se llamaba la enfermedad que tenía en mi columna, hasta hoy recuerdo ese diagnóstico.
El Doctor Valentín Soto en aquel tiempo era uno de los mejores especialistas en Chile en Columnas, el también trabajaba en el Hospital Calvo Mackenna así que me derivó para allá y en ese lugar comenzó a atenderme. Después de este grave diagnóstico, nos citó en el hospital para el futuro tratamiento a seguir, recuerdo que siempre que me tocaba control en su consulta había varios médicos practicantes y cuando entraba todos me miraban asombrados, era para ellos como un “fenómeno nacional” pues se admiraban que estuviera tan grave y por fuera casi no se me notara.
Pasé por un tratamiento durante un año, este consistía en usar un “corset ortopédico” desde el cuello a las caderas, tenía que hasta dormir con él, y solo podía sacármelo media hora en la mañana para ducharme y nada más. Era terrible usar este “corset”, dormir con él era terrible, los dolores eran desesperantes, recuerdo llorar mucho por eso, hubieron muchas noches que me dormí llorando, no era fácil dormir sobre dos fierros que te llegaban al cuello por la espalda y uno por delante, no fue fácil soportar las burlas en el colegio y de amigos, no fue fácil no poder hacer ejercicios en la escuela y estar eximida de todo lo que significara un peligro para mí. Fue un año de sufrimiento, fue un año muy fuerte, y de aguantar mucho pues trataba por todos los medios de no preocupar más a mis papás y mis hermanas.
Cuando cumplí el año de tratamiento estaba feliz, creía que todo ese sufrimiento había terminado, pero al ir a control y tomar una radiografía para ver el avance que había tenido todo se volvió a desmoronar. Al mirar la radiografía el doctor vio que el tratamiento me hizo aún peor, la escoliosis siguió avanzando y ya no había tratamiento alguno que me pudiese ayudar. El médico le pide a mi mamá que me lleve a la casa y que disfrutemos como familia el tiempo que me quedara de vida, pues la escoliosis estaba decidida a seguir y nada la detendría. La curva del medio en mi columna (dorsales) estaba muy avanzada y comenzaría a dañar mis pulmones, le dijo a mi mamá que dentro de los primeros 3 meses que vendrían yo estaría bien, pero después de eso en cualquier momento yo podría sufrir de un “Infarto cardio respiratorio” y moriría aún sin que ellos se dieran cuenta.
Ese diagnóstico fue terrible, yo recuerdo que cuando volví a casa no fui capaz de decir nada, estaba muda de impacto y la incertidumbre me consumía. Decidimos no decirles nada a mis hermanas y esperar el desenlace pronosticado.
Yo estaba muy enojada con Dios, le eche la culpa de todo, tenía mucha rabia, me sentía perdida….pero aún así Dios me llamó, a través de mi abuela paterna, ella nos invitó a la iglesia Evangélica donde asistía para que su pastor orara por mí, accedimos a ir y al final de esa reunión el pastor con otros ancianos que allí estaban declararon sanidad en mí, yo recuerdo que al momento de orar por mí sentí un fuego que me invadió por completo, sentí el poder de Dios derramándose en todo mi ser, yo no podía parar de llorar, no podía explicar en ese momento que pasaba, hoy se que Dios me visitó ese día e hizo un milagro tremendo en mi.
Aun con el pronóstico dado por el médico mis papas insistieron una y otra vez que me operaran, los médicos no querían pues le decían “Ya no hay nada que hacer, y la operación en este caso sería muy larga por la gravedad de la escoliosis, ella moriría en pabellón, es mejor que no se opere”. Pero mis papás insistieron contra viento y marea. Al final me operaron, pasé muchas horas en pabellón me operaron un día viernes y recién vine a despertar un día lunes. Ese día me tenían que hacer curación, yo estaba boca abajo y muy adolorida, al momento que la enfermera saca las vendas que estaban en toda mi columna ella da un grito y casi se desmaya, viene el doctor y hacen entrar a mis papas, todos estaban asombrados….le pregunto a mi mamá que era lo que estaba pasando y ella me dice: “Yesmín la herida está cerrada, parece que ni te hubiesen operado, no es necesario curaciones ni nada pues no tienes nada”…Yo quedé impactada, sabía con eso que Dios me había sanado. Según el doctor debería de haber estado un mes hospitalizada, pero en verdad solo estuve allí una semana y me dieron el alta, me pude ir a mi casa totalmente sana. Cristo venció en mi la muerte, y por cuanto yo sé que es así hoy he podido verlo en mucha gente obrar con poder y autoridad. Mis días estaban contados, pero Dios me dio una nueva oportunidad, no solo de vivir sino de conocerlo a Él, y experimentar el resto de mi vida que no hay nada imposible para aquel que cree en Dios.